¿Usamos todo el potencial de nuestro cerebro?

Artículo basado en el libro: "Fuiste el espermatozoide más rápido y otros mitos de la ciencia: Conoce las mentiras que te hicieron creer" de Marta Alonso.

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En 2011, se estrenó la película Sin Límites, en la que el actor Bradley Cooper encarna a un escritor fracasado que tras la ingestión de una pastilla misteriosa, desencadena todo el potencial de su cerebro. Los enigmas que antes se le hacían incomprensibles se convierten en tareas sencillas y rutinarias, los misterios de los mercados financieros se vuelven una obviedad, aprende diversos idiomas sin apenas esfuerzo, el 100% de su cerebro está activado y eso le convierte en una persona de éxito. Pero, ¿qué hay de verdad en todo esto?, ¿es cierto que solo utilizamos el 10% de nuestro cerebro y el resto permanece dormido? La verdad es que no, pero veamos de dónde surgió este mito científico.

La creencia de que solo empleamos el 10% de nuestro cerebro, al igual que la mayoría de conspiraciones científicas, no son pensamientos actuales. Algunos atribuyen este mito científico al afamado psicólogo William James, que a finales del siglo XIX y comienzos del XX, escribió un libro (Energies of Men) en el que afirmaba que empleamos únicamente una pequeña parte de nuestras capacidades físicas y mentales. Sin embargo, fue una mala interpretación de diversos estudios lo que extendió el bulo. Por ejemplo, el hecho de que solo el 10% de las células de nuestro cerebro son neuronas (el resto son células gliales) o que de esas neuronas, solo el 10% están activas en un momento determinado, pueden ser varios de los epicentros del mito. Por otro lado, en los años 30, varios neurocirujanos experimentaron estimulando varias partes del cerebro, y observaron que estas no desencadenaban respuesta, con lo que supusieron que esas regiones permanecían inactivas. No obstante, el neurocientífico Barry Beyerstein demostró que estas afirmaciones no eran más que malas interpretaciones, surgidas a raíz de un desconocimiento profundo de nuestro cerebro, que por cierto, es una máquina trabajando al máximo rendimiento.

En primer lugar, el cerebro solo representa el 2% de nuestra masa corporal, mientras que consume hasta un 20% de las calorías que ingerimos. Si fuese cierto que semejante sumidero energético solo funcionase al 10% de rendimiento, la evolución hubiera promocionado cerebros más pequeños que tuviesen un consumo energético inferior. Los fósiles demuestran que ha ocurrido todo lo contrario, ya que nuestra capacidad craneal no ha hecho más que crecer en comparación con nuestros antepasados. Por otro lado, gracias al desarrollo de sofisticadas técnicas como la tomografía por emisión de positrones (PET) o la imagen por resonancia magnética funcional (fMRI), se ha observado que el cerebro está activo en diferentes áreas siempre, incluso cuando dormimos. Estas técnicas sólo han demostrado regiones sin actividad en los casos de lesiones cerebrales. Además, en el caso de que solo usemos el 10% del cerebro, estas lesiones podrían no afectar a nuestro rendimiento (puede que se originen en “supuestas” áreas inactivas), pero estos casos siempre tienen consecuencias más o menos graves en la gente que las padece.

También es necesario mencionar, que tras una larga y profunda experimentación e investigación, el cerebro se ha conseguido mapear, asociando sus diferentes regiones con funciones específicas, como el lóbulo occipital, que regula el procesamiento visual, o el lóbulo temporal, que se encarga de lenguaje y la comprensión del habla. Además, si el 90% de nuestro cerebro permaneciera inactivo, estas células sin actividad deberían degenerarse con el tiempo, o de una forma más rápida que el resto de neuronas “activas”. Sin embargo, las autopsias realizadas no revelan ninguna clase de degeneración diferencial, demostrando que empleamos todo nuestro cerebro. También se han realizado estudios metabólicos sobre diversas moléculas marcadas, normalmente con isótopos radiactivos como el Carbono-14 o isótopos estables como el Nitrógeno-15, para ver cómo responden ante la hipotética inactividad. Los resultados han sido claros, el cerebro está a pleno funcionamiento de forma constante.

Esta no es más que uno de los múltiples mitos científicos que han penetrado en el imaginario colectivo, pero debemos tener cuidado con esta clase de bulos, ya que pueden confundir a un grueso de la población como los casos de los terraplanistas o los antivacunas. Esto es ciencia, no es como con la religión en la que la ausencia total de pruebas sobre sus afirmaciones posibilita el debate. Las evidencias científicas se basan en pruebas y experimentos, son un hecho, no una hipótesis.

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