Yo quiero ser un bonobo
Artículo basado en el libro: "El cuento del antepasado: Un viaje a los albores de la evolución" de Richaard Dawkins.
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Es muy común escuchar que los chimpancés son los parientes más próximos del ser humano, y que ambas especies compartimos aproximadamente un 98-99% de coincidencia genética; es decir, que tenemos genomas prácticamente idénticos. Sin embargo, estas afirmaciones llevan a los detractores de la evolución (sí, por increíble que parezca a día de hoy sigue habiendo gente que cree que la evolución es una farsa) a afirmar que es una estupidez que descendamos de los chimpancés, y tienen toda la razón, ya que cualquier organismo vivo (en la actualidad) tienen el mismo grado de evolución que el resto. No descendemos de los chimpancés, sino que estos son nuestros parientes más próximos ya que fueron los últimos en separarse de nuestra rama evolutiva. La evolución no es una línea recta sino un árbol muy ramificado. Por lo tanto, nuestro elevado grado de parentesco con los chimpancés, se debe a que compartimos un antepasado común (al igual que con cualquier ser vivo), siendo este antepasado el más próximo temporalmente, en comparación con cualquier otro animal. Por desgracia, no existe registro fósil de este misterioso sujeto, probablemente debido a que se trata de una especie silvícola y los detritos foliáceos (hojas muertas) de los suelos de la selva, no son los lugares más idóneos para la preservación de los fósiles.
Nuestro esquivo ancestro, vivió en algún lugar de África hace entre 5 y 7 millones de años, y de él surgimos tanto nosotros como los chimpancés comunes y los chimpancés pigmeos (bonobos). En término medio, se podría decir que han pasado unas 250.000 generaciones, lo que hace que este antepasado sea nuestro doscientoscincuentamilésimo tatarabuelo (aproximadamente). Al pensar en el tatarabuelo de los seres humanos, los bonobos y los chimpancés, siempre suele surgir la misma pregunta: ¿Se parecía más a los chimpancés o a nosotros? Aunque no existe un registro fósil, lo más probable es que se pareciese más a un chimpancé, ya que el ser humano es una excepción en la que se ha producido un mayor cambio evolutivo. Por ello, es probable que este antepasado fuese peludo y del tamaño de un chimpancé. Andaría apoyado en los nudillos y en las patas traseras, pasaría gran parte del tiempo en los árboles, aunque es posible que se pusiera en cuclillas para comer. Muy probablemente fuese omnívoro; a pesar de que ocasionalmente cazase, tendría una predilección por la fruta. Los chimpancés y bonobos actuales, muestran unas pautas similares de alimentación. Cómo descubrió la eminente bióloga Jane Goodall, los chimpancés cazan y guerrean con otras especies, y aunque se haya observado de forma muy ocasional, los bonobos también practican el arte cinegético. Del mismo modo, al igual que nosotros, los chimpancés también utilizan herramientas como pajitas para absorber suculentas proteínas de los termiteros, o mazos y yunques para romper frutos secos. Por lo tanto, es muy posible que ese “eslabón perdido” también utilizase herramientas. El caso de los bonobos es más peculiar; a pesar de no haber presenciado el manejo de utensilios en estado salvaje (han sido menos estudiados), en cautiverio lo hacen de forma notable.


Árbol filogenético de los primates modernos
Como ya se ha mencionado, los representantes actuales de nuestro antepasado, son dos especies de simio silvícola (chimpancé y bonobo) y una especie de simio de la sabana (nosotros). Según la ortodoxia darwiniana, para que una especie se separe en dos, es necesario que entre dos grupos del ancestro, se origine una barrera geográfica que permita un aislamiento para una evolución independiente de cada especie. Es muy posible que nuestros dos simios silvícolas surgieran a raíz de la separación generada por el río Congo (el más profundo del mundo) hace entre 2 y 3 millones de años. De la misma forma, se postula que la barrera geográfica que originó la separación entre nosotros y el antepasado de chimpancés y bonobos, fuese el valle del Rift, en formación en aquella época. Pero este artículo se centra en una de estas especies, así que sin más preámbulos, veamos la historia del bonobo.
El bonobo (Pan paniscus) es tan similar al chimpancé (Pan troglodytes), que hasta 1929 se creía que se trataba de la misma especie, y se le denominaba chimpancé pigmeo, término que deberíamos dejar de emplear. Aunque físicamente la talla sea lo que más diferencia a estos simios, sus costumbres son distintas. Frans de Waal, un reputado primatólogo, expresó esta distinción a la perfección con la frase: “Los chimpancés resuelven los conflictos sexuales mediante el poder; los bonobos resuelven los conflictos de poder mediante el sexo”. Los bonobos emplean el sexo como una especie de moneda de intercambio para sus interacciones sociales, un poco parecido a como nosotros empleamos el dinero. Emplean el sexo (o gestos copulatorios) para imponer autoridad, para reforzar los vínculos con otros miembros del grupo o para calmar a las partes que participan en una disputa. De hecho, De Waal cuenta que en el grupo de bonobos que estudió, los machos tenían erecciones en cuanto observaban al guardián que les proporcionaba la comida, probablemente como preparatorio para las cópulas que tendrían durante el reparto de la comida. En el ser humano la distribución de recursos genera guerras, en los bonobos, sexo; definitivamente, me equivoqué de especie. Más allá de chistes de cuñado, De Waal también observó que las hembras de bonobo se emparejaban para practicar frotamiento genital contra genital: “Una hembra se aferra con brazos y piernas a su compañera que, colocada a cuatro patas, la levanta del suelo. Acto seguido las dos hembras restriegan sus excitados genitales, haciendo muecas y emitiendo agudos chillidos que con toda probabilidad reflejan experiencias orgásmicas”. Para que luego los homofobos y puritanos (normalmente religiosos) califiquen la homosexualidad como algo antinatural cuando existen más de 1.500 especies animales que la practican. Señores, lo antinatural son vuestras creencias, no la homosexualidad. Volviendo a nuestros amigos los bonobos, muestran una sociedad más matriarcal y cooperativa, que la sociedad jerárquica y patriarcal que impera en los chimpancés, los cuales se organizan en grupos dominados por machos que mantienen su estatus mediante la agresión y la competencia. En los bonobos, por el contrario, las dominantes son las hembras, lo que se refleja en una sociedad más igualitaria. Mientras que en los chimpancés, el sexo está únicamente asociado con la reproducción y la competencia entre machos por acceder a él es muy común; en los bonobos, como ya se ha mencionado, el sexo juega un papel muy diverso (reforzar lazos sociales, resolver conflictos, mitigar tensiones…) y ayuda a mantener la paz dentro del grupo, no a incrementar el conflicto. Este papel diverso del sexo en la sociedades de bonobos, origina que la violencia, los asesinatos y las violaciones sean practicamente inexistentes dentro de estos grupos; mientras que en las sociedades de chimpancés, estos actos atroces son algo común.
Esta imagen un poco hippie de los bonobos, ha creado una concepción ilusoria de que estamos más emparentados con los bonobos que con los chimpancés, lo cual es incorrecto. Por desgracia, nos guste o no, lo cierto es que estamos exactamente igual de emparentados con ambas especies, ya que las dos tienen un antepasado común que vivió hace menos tiempo que el antepasado que comparten con nosotros. Lo que no es deducible es que seamos igual de parecidos a los bonobos que a los chimpancés. Si alguna de las dos especies ha sufrido mayores cambios evolutivos desde nuestro antepasado común, nos podríamos parecer más a la especie que menos haya cambiado. Pero lo más probable es que tengamos rasgos en común tanto con unos como con otros.
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