El problema migratorio de Alemania
Artículo basado en el libro: "KAPUT: El fin del milagro alemán" de Wolfgang Münchau.
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En los últimos años, uno de los principales problemas a los que se ha enfrentado Alemania ha sido la inmigración. Un excesivo flujo migratorio ha generado una gran preocupación en la ciudadanía germana, permitiendo que partidos de extrema derecha como AfD alcancen resultados electorales que no lograban los partidos de esta ideología desde antes de la Segunda Guerra Mundial, y todos sabemos quienes ganaron esas elecciones. Sin embargo, este “excesivo” aluvión de inmigrantes no ha sido capaz de satisfacer las necesidades laborales del país, y como veremos en este artículo, Alemania necesita más que nunca a los inmigrantes.
Alemania es un país con un gran sector industrial exportador que sufre una escasez crónica de mano de obra cualificada. Atendiendo a esta afirmación, resultaría comprensible que el país fuese especialmente receptivo a los trabajadores extranjeros, pero esto no es así. Aunque los legisladores germanos entienden el problema y están tratando de solventarlo, sus esfuerzos no están dando los resultados esperados. De hecho, en el país se pueden observar una serie de barreras que impiden una llegada de inmigrantes de forma constante, tanto de extranjeros, como de alemanes emigrados en el pasado que quieran volver a su país natal. Por ejemplo, el sistema educativo del estado de Sajonia tiene un sistema en dos niveles: el instituto de segunda enseñanza, donde los alumnos pueden obtener el título de bachillerato para ir a la universidad; y el segundo ciclo, que los jóvenes abandonan a los 16 años para emprender un aprendizaje en formación profesional. Si un alumno ha estudiado previamente en una escuela extranjera, pasa directamente al segundo ciclo, con lo que el estado de Sajonia niega desde un principio el acceso a la universidad a los alumnos que han estudiado en el extranjero. Existe una excepción en donde los alumnos, tras pasar 4 pruebas de aptitud de diferentes materias con nota A, pueden acceder al instituto de segunda enseñanza. Esto genera una barrera para todos los extranjeros (o alemanes emigrados) cualificados que buscan una buena educación para sus hijos. Sin embargo, Alemania sigue siendo uno de los destinos más atractivos para los inmigrantes poco cualificados, pero sigue sin lograr atraer a los altamente cualificados que requiere su modelo industrial.


Otro de los problemas es el idioma. A diferencia de países como España, en donde gran parte de la inmigración domina el idioma (suele ser su idioma materno), muy pocos inmigrantes hablan alemán. También este es el motivo por el que la inmigración ha tenido tanto éxito en Reino Unido, aunque la situación se ha deteriorado tras el Brexit. Aun así, el idioma no es más que un problema menor si lo comparamos con otros factores culturales. Esta influencia cultural empieza desde la infancia, ya que los profesores alemanes (especialmente sus representantes electos) se encuentran en el extremo más conservador del espectro político. Esto queda reflejado en la petición del director de la Asociación Alemana de Profesores, que solicitaba establecer un número máximo de niños inmigrantes en un 35%. La justificación del director se basaba en la bajada de rendimiento académico que generaba un clase con exceso de niños migrantes. Por el contrario, las universidades están consiguiendo atraer más estudiantes extranjeros que antes. En el año académico 2022-2023, en las universidades germanas había 458.210 estudiantes internacionales de un total de 2,9 millones. Diez años antes, esta cifra era de solo 260.000. Gracias a tasas de matriculación bajas, requisitos de acceso escasos y prestigiosas universidades, Alemania está consiguiendo atraer a un gran número de estudiantes extranjeros. Aun así, muchas universidades también exigen pasar un examen de alemán, incluso a los estudiantes alemanes hijos de ciudadanos emigrados que dominan perfectamente el idioma.
Will Kymlicka, una politóloga canadiense, describe las políticas migratorias exitosas en términos de hardware (instituciones, leyes, educación…) y software (normas y actitudes informales que una sociedad tiene respecto a la inmigración). En Alemania el marco jurídico (hardware) no es tan malo, pero el software es otra cosa. Aunque Alemania sea un país con un alto porcentaje de inmigrantes o descendientes de inmigrantes, no lo sienten así, ni les gusta presentarse como tal. Existen numerosos factores culturales y sociales que ahuyentan a la migración o hacen que los inmigrantes en Alemania se sientan menos aceptados. Décadas atrás, el país germano se beneficiaba de una sobreoferta de mano de obra gracias a la inmigración, pero esto ha cambiado. De hecho, si preguntas a los institutos económicos alemanes cual es el mayor problema estructural que afronta la economía, todos citarán la escasez de personal cualificado. Por ejemplo, en Colonia, en un informe sobre el mercado laboral, se observa como en 2023 el déficit de empleo aumentó hasta alcanzar un récord de 633.000 puestos vacantes. En 2013, esa cifra era de 138.000, lo que significa que el déficit laboral se ha más que cuadruplicado en 10 años. Esta tendencia es mucho más marcada entre los trabajadores altamente cualificados, dónde el déficit se ha ampliado de 68.000 a 277.000 en ese periodo. En el caso de trabajadores de formación profesional, el déficit ha pasado de 83.000 puestos vacantes a 355.000, reduciendo el desempleo de ese sector en un 44% en los últimos 10 años. Sin embargo, entre los trabajadores poco cualificados la tendencia ha sido la opuesta, ya que el desempleo entre estos trabajadores ha aumentado. Alemania tiene mucha inmigración, pero no del tipo que requiere su modelo industrial exportador. Aun así, las principales industrias alemanas (automovilística y química) se ven menos afectadas que la media. Mientras que en el sector servicios el 54,2% de las empresas se queja de una escasez de mano de obra cualificada, en la industria automovilística este porcentaje es tan solo del 30,5%. Al igual que los políticos alemanes canalizan estratégicamente el ahorro nacional a unas industrias concretas, lo mismo ocurre con el mercado laboral, donde los recursos se dirigen sistemáticamente a abastecer de trabajadores cualificados a las grandes industrias alemanas.


Trabajadores de la industria automovilística alemana (Fuente: Bolsamania)
Aunque la formación profesional alemana sea admirada en todo el mundo, ya que el sistema genera artesanos excelentemente formados, no existe una infraestructura de formación para los empleos que surgen espontáneamente. Me imagino que el lector habrá averiguado rápidamente a qué me refiero; el coche eléctrico. Alemania probablemente forme y eduque a los mejores mecánicos del mundo para coches de combustión, pero el coche eléctrico requiere diferentes habilidades. La naturaleza de los empleos está cambiando tan rápido que el sistema de formación profesional germano no puede seguir el ritmo. En algunas empresas la escasez de personal cualificado es tan crónica que algunas industrias han tenido que cerrar cadenas de montaje porque no encontraban trabajadores, y algunos restaurantes no volvieron a abrir tras la pandemia debido a la falta de camareros. Lo mismo ocurre en el sector público donde en la actualidad hay 360.000 puestos vacantes entre sectores como la policía y la educación.
Actualmente hay 100.000 estudiantes menos que terminan la escuela al año que hace 10 años. Pronto Alemania se encontrará en una situación en la que el número de personas que abandonan el mercado laboral por jubilación, superará el número de personas que se incorporan a él en 400.000 cada año. Este es el déficit neto que Alemania necesita llenar con la inmigración. Durante la posguerra, Alemania recurrió a los inmigrantes de la generación de “trabajadores invitados” de los años 50 y 60. Alemania firmó una serie de acuerdos de inmigración con países como Italia, España, Grecia, Turquía, Marruecos, Portugal o Túnez, para cubrir vacantes en su industria. Este trabajo se basaba en un principio de rotación, según el cual los trabajadores debían marcharse al cabo de un número determinado de años. Sin embargo, en la práctica y como resulta lógico, muchos de estos trabajadores se afincaron en Alemania. Esto resultó posible ya que la obligación de regresar rara vez se aplicaba y además, no era deseada por las empresas que habían invertido en la formación de estos trabajadores. Con el establecimiento de la Comunidad Económica Europea (precursor de la Unión Europea) se estableció el principio de libertad de movimiento, por lo que los inmigrantes gozaron de derechos de residencia permanente. Aun así, los trabajadores invitados se enfrentaban a una fuerte discriminación; por ejemplo, en los años 50, algunos bares y restaurantes negaban la entrada a los italianos. Desde el inicio de estos acuerdos bilaterales en 1955, hasta el final de la inmigración de trabajadores invitados en 1973, el número de inmigrantes en Alemania aumentó de 80.000 a 2,6 millones. El aumento del desempleo tras la crisis del petróleo de 1973 y el temor a la llegada de demasiados extranjeros hicieron que el canciller Willy Brandt frenara la contratación de trabajadores invitados. Años después, en 1981, el canciller Helmut Schmidt declaró: “Fue un error traer a tantos extranjeros al país”. Además, durante esta década el Gobierno de Helmut Kohl ofreció un pago de 10.500 marcos alemanes a los trabajadores extranjeros que abandonaran Alemania. Hasta el principio de los años 2000, el país continuó bajo esta política de no inmigración.
En el año 2000, el Gobierno introdujo la versión alemana de la “tarjeta verde” de residencia en EE.UU., debido a la creciente escasez de mano de obra en el sector de la tecnología y las telecomunicaciones, volviendo a las políticas que favorecían la inmigración. Por bien intencionado que fuera este sistema, la realidad es que no funcionó. Solo se centraba en los profesionales de la tecnología de la información, y excluía a las parejas de estos profesionales del mercado laboral durante al menos 2 años desde su llegada, por no hablar que limitada el permiso de trabajo a 5 años. En consecuencia, su impacto fue bajo y Alemania solo repartió unos centenares de tarjetas verdes en el periodo 2000-2003, cuando su objetivo era emitir más de 20.000. Posteriormente, durante el Gobierno de Olaf Scholz, el periodo para la búsqueda de empleo de los estudiantes internacionales se amplió, se introdujo la Directiva de la Tarjeta Azul Europea para trabajadores altamente cualificados y un visado especial para búsqueda de empleo destinado a personas cualificadas y con buenos recursos, especialmente a los profesionales de las tecnologías de la información. Sin embargo, como ya se indicó en otro artículo, Alemania sufre un problema crónico de analfabetismo digital, que tiene como consecuencia que los salarios en los puestos dedicados a las tecnologías de la información no sean tan competitivos como en el resto de Europa. Esto provoca que muchos trabajadores alemanes de este sector emigren al extranjero para percibir mejores sueldos. Están tratando de atraer a un grupo concreto de profesionales extranjeros, cuando ese mismo grupo de profesionales alemanes está emigrando. Lo mismo ocurre con los médicos alemanes, que también observan que pueden percibir mejores salarios en otros países, incluso en el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido, que tiene limitaciones presupuestarias.


Antigua "Tarjeta Verde" de residencia alemana (Fuente: Todocoleccion)
La experiencia de la inmigración no se describe en las leyes, sino en las interacciones con otras personas, y en este aspecto, la experiencia de los inmigrantes en Alemania no es muy buena. Las autoridades germanas solicitan una cantidad imposible de documentos que a la gente le resulta complejo reunir. No solo se trata de pasaporte y comprobantes de residencia, ya que cuando surgen complicaciones como un cambio de nombre después de casarse, un divorcio o hijos con diferentes nacionalidades, la burocracia se vuelve abrumadora para los solicitantes. Aun así, no todo son malas noticias ya que la Tarjeta Azul parece estar funcionando correctamente: el 83% de los trabajadores cualificados permanecen en Alemania tras 5 años según un estudio de la Oficina Federal de Estadística. La mala noticia es que, en comparación con los estándares internacionales, el número de personas que obtienen la tarjeta es muy bajo. Aunque bienintencionado, el ritmo actual de emisiones de tarjetas azules no tiene ninguna posibilidad de contribuir a una reducción significativa del déficit de trabajos cualificados que sufre el país.
En una encuesta mundial sobre la vida de los inmigrantes, Alemania ocupó el último lugar de los 52 países encuestados por segundo año consecutivo. Obtuvo una puntuación especialmente baja en áreas como la vivienda, la infraestructura digital, el idioma y la administración. Entre los expatriados encuestados el 30% no se sentía agusto en Alemania, el 50% se quejaba de la dificultad de hacer amigos en el país y el 33% estaba de acuerdo en que los germanos eran hostiles con los extranjeros. Aunque los mercados laborales se adapten, los estereotipos y prejuicios culturales necesitan años para cambiar, incluso décadas. Los déficits de trabajadores cualificados ya eran un problema hace 20 años, y lo siguen siendo a día de hoy. Aunque el régimen ha mejorado, la burocracia kafkiana, el racismo abierto, la discriminación en el trabajo y la desventaja del alemán como idioma difícil de aprender; siguen siendo obstáculos que todos los inmigrantes (cualificados o no) deben sortear.
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