Los Sentidos de las plantas (II)

Artículo basado en el libro: "Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal" de Stefano Mancuso y Alessandra Viola.

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Este artículo es la continuación de otro con el mismo título en el que se analizan los sentidos de las plantas. En el primer artículo analizamos los sentidos de la vista y del olfato, a continuación analizaremos el gusto, el tacto y el oído, y puestos a personificar a las plantas, observaremos que estas muestran unos cuantos sentidos más que las propias personas.

El gusto y el olfato, no solo son dos sentidos estrechamente ligados, sino que representan versiones ligeramente diferentes del mismo proceso. Mientras que el olfato se basa en la detección de moléculas volátiles (en estado gaseoso), el gusto podría definirse como la detección de moléculas en disolución a través de los receptores situados en las papilas gustativas de la lengua (en el caso de los humanos). La parte aérea de la planta, tiene poco acceso a moléculas en disolución, principalmente por que carece de cavidades que permiten su entrada; no obstante, en la parte subterránea, las raíces si que presentan receptores capaces de detectar moléculas en disolución (esencialmente nutrientes) que les permitan orientar su crecimiento. Es más, son capaces de percibir cantidades ínfimas de sales minerales en grandes cantidades de tierra, y algo similar también pueden hacer con el agua. Esto es muy fácil de demostrar, ya que si plantamos una planta, y en un lado del sustrato añadimos nutrientes apetecibles para ella (nitratos o fosfatos), las raíces de la planta crecerán hacia ese lugar del sustrato ¡ya les gustaría tener tales capacidades a las empresas mineras! Si hablamos del gusto, nos viene a la mente una nutrición heterótrofa como la nuestra, en la que ingerimos algún otro organismo vivo (o parte de él), lo digerimos y absorbemos sus nutrientes. Como el lector seguro que sabe, aunque sea de forma excepcional, algunas plantas también pueden hacer algo similar. En efecto, hablamos de las plantas carnívoras; sin embargo, este tipo de plantas lo dejaremos para el apartado en el que hablamos del tacto, ya que no se basan en el gusto para apresar a sus víctimas, sino en el tacto.

Ejemplo del tropismo de las raíces hacia el agua o hidrotropismo (Fuente: Ecología Verde)

Cuando hablamos del sentido del tacto, desde una perspectiva antropocentrista, nos referimos a una serie de receptores (barorreceptores), situados a lo largo de nuestra epidermis, que son capaces de detectar variaciones en la presión para desencadenar un impulso nervioso que transmite esa información al cerebro. Para simplificarlo, podríamos hablar de un sentido capaz de detectar el contacto. Como ya hemos mencionado, algunas plantas carnívoras muestran este sentido en cuanto a que son capaces de detectar la presencia de un organismo para desatar el mecanismo de captura. Dionaea muscipula, comúnmente conocida como venus atrapamoscas, es una de estas plantas carnívoras. Seguro que todos tenemos en mente sus dos hojas modificadas con espinas en los bordes que, bajo la presencia de un insecto, se juntan rápidamente atrapando a su víctima ¿Cómo funciona este mecanismo?

Bien, para evitar que insectos situados en los bordes de la hoja escapen cuando el resorte se activa, el “interruptor” del mismo se sitúa en el centro de la planta. Este activador del resorte consta de 3 pelos (situados en el centro), cuando uno de ellos entra en contacto con un insecto, el mecanismo se pre-activa, pero las hojas no se cierran. Cuando el insecto toca un segundo pelo, o vuelve a tocar el mismo en un intervalo de tiempo inferior a 20 segundos es cuando el resorte se activa, las hojas se juntan rápidamente y el insecto queda atrapado en su propia tumba. Posteriormente, la planta segrega una serie de enzimas digestivas que convierten al insecto en nutrientes accesibles. En este mecanismo, se observa como la planta si presenta algo similar al tacto, ya que desencadena una respuesta (muy rápida para ser una planta) frente al estímulo del contacto, aun así no es la única evidencia de que las plantas muestran este tipo de mecanismos. Otro ejemplo característico que seguro que muchos conoceréis, es la Mimosa pudica, también conocida como mimosa sensitiva, que cuando se la toca, retrae sus hojas. No se trata de un reflejo condicionado, ya que sus hojas no se retraen por el contacto de las gotas de lluvia ni cuando el viento las sacude, aunque tampoco está claro cuál es la finalidad de este mecanismo. Sin embargo, la hipótesis más plausible es que se trate de un mecanismo de defensa para ahuyentar a los insectos comedores de hojas, ya que al igual que el de la venus atrapamoscas, es un mecanismo muy veloz. Estos mecanismos de tipo resorte están bastante extendidos entre las plantas y se pueden observar, por ejemplo, en determinadas especies vegetales en las que sus flores se cierran para que los polinizadores permanezcan más tiempo en su interior y queden recubiertos de polen.

En cuanto al sentido del oído, desde una perspectiva humana, se basa en captar las vibraciones (variaciones de presión) que son transmitidas por el aire. Es una especie del sentido del tacto, pero en vez de detectar las variaciones de presión en la superficie (o en el interior) del organismo, detecta las variaciones de presión (o vibraciones) en el aire. En nuestro caso, las ondas sonoras son detectadas por el pabellón auditivo u oreja que hace las veces de antena (por eso tiene esa forma), luego son canalizadas hacia el tímpano que las transmite a través los huesecillos y la cóclea, y sus receptores las transmiten hasta los nervios auditivos. Evidentemente, las plantas no presentan ninguna estructura similar, pero ¿serán capaces de detectar las ondas sonoras?, ¿es recomendable hablarle a una planta para que crezca mejor?, ¿o es solo un mito?

Ejemplo de mecanismo de retracción ante el tacto de las hojas de Mimosa pudica (Fuente: Gardenia)

Para poder comprender si las plantas son capaces de detectar estas variaciones de presión u ondas sonoras, es necesario realizar una aclaración; las variaciones de presión también pueden ser transmitidas por otros materiales, tanto sólidos como líquidos. Y el medio empleado por las plantas como vector de estas ondas, es la tierra. Se suele decir que las serpientes carecen de oído, lo cual es cierto, pero si que son capaces de detectar las vibraciones que son transmitidas a través del suelo, por lo tanto aun sin oído, puede oír, como una persona sorda es capaz de percibir las vibraciones de los bajos puestos a todo volumen. Algo similar ocurre con las plantas, ya que sus raíces presentan una serie de receptores mecanosensibles capaces de detectar estas vibraciones del suelo. Diversos estudios han demostrado que los sonidos de diferentes frecuencias son capaces de estimular el crecimiento de las raíces en distintas direcciones (como una especie de fonotropismo), en donde algunas frecuencias suelen ser atrayentes de las raíces, mientras que otras suelen ser repulsivas. En cuanto a lo de sí hablar a tu planta o ponerle música clásica puede resultar beneficioso en su crecimiento; si que existen estudios como los de un viticultor que indicó que la música originaba que sus vides crecieran más, madurarán antes y tuvieran uvas con mayor concentración de polifenoles. No obstante, son estudios aislados que no indican el mecanismo por el cual la música afecta a su crecimiento. Además, puede que esos efectos fuesen debidos a que la música influía sobre los insectos fitófagos (comedores de plantas) y no sobre las propias plantas. Por ejemplo, puede que la música ahuyentara a estos insectos, de modo que aquellas plantas que crecían con música sufrían menos lesiones que las que crecían en silencio.

Aunque los sentidos de las plantas de los que hemos hablado, no sean sentidos al uso, sí que hemos observado que la planta puede captar gran cantidad de información del entorno, algo lógico teniendo en cuenta que son organismos sésiles. Por ello, son capaces de detectar otras informaciones que nosotros no; es decir, muestran unos sentidos de los que nosotros carecemos. Por ejemplo, al tener una dependencia total del agua, muestran una especie de termómetro de humedad conocido como higrómetro, para que las raíces sean capaces de averiguar hacia qué región crecer (ver primera imagen). Otro de estos sentidos extra es el de detectar la gravedad, que les sirven para que la parte aérea crezca hacia arriba, mientras que las raíces crecen hacia abajo. Por ello, la siguiente vez que observes una planta, recuerda que ella puede que también esté percibiendo tu presencia a través de múltiples sentidos (lógicamente es una exageración pero, ¡Respeta a las plantas!).

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