¿Cómo ha ganado Trump?
Artículo basado en el libro: "¿Por qué ha ganado Trump?: La importancia de la escucha" de Pablo Yáñez.
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Si no vives debajo de una piedra sin Internet, es muy probable que te hayas enterado de que Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales de EE.UU. en noviembre de 2024. Más allá de los orígenes políticos de este variopinto personaje (consultar artículo), una de las preguntas que se hace la mayoría de la gente, en especial los progresistas o de izquierdas, se basa en cómo una figura que representa el machismo y la xenofobia ha conseguido ser electo como presidente de una de las mayores potencias del mundo (con permiso de China). ¿Por qué ha ganado Trump? ¿Cómo ha conseguido dar la sorpresa por segunda vez en los últimos 8 años? En este artículo trataremos de responder a estas preguntas tomando en consideración varios aspectos, pero no todos.
En un país basado en el bipartidismo entre demócratas y republicanos, una de los primeros actos que debe realizar un candidato para plantearse su elección (reelección en caso de Trump), se centra en la fidelización de los propios votantes, para este caso, los republicanos. Entre los 4 grandes estados (Florida, California, Texas y Nueva York) tan solo Florida mostró una disposición de cambiar de color en comparación con las últimas elecciones. De hecho, así lo hizo, con una ventaja de más de 13 puntos (56%-43%), con triunfos tan icónicos como el de la ciudad de Miami. Otros de los posibles estados giratorios como lo son Ohio, Arizona, Georgia o Michigan, también se tornaron favorables para los republicanos. Si a esto le sumamos los históricos estados republicanos sureños (Luisiana, Mississippi, Alabama, Arkansas, Carolina del Sur y Tennessee) y la conservadora región interior (Utah, Idaho, Wyoming, Kansas, Montana y las dos Dakotas), es innegable que dentro del clásico electorado republicano, Trump no asusta a nadie. Pero más allá de la imprevista Florida, no debería sorprendernos que regiones que siempre han votado a los republicanos, lo vuelvan a hacer. Por ello, el segundo eje de la victoria republicana, recae sobre la captación de los votantes indecisos, es decir, el electorado menos ideologizado (no polarizado) que suele dar su voto en función de la economía y el empleo del momento. Es evidente que estos votantes se han decidido por el color rojo, ya que solo así se explica la victoria republicana. Además, estados históricamente demócratas, a pesar de votar mayoritariamente al partido azul, han mostrado un marcado descenso en la diferencia de votos. Nuevo México (52%-46%), Minnesota (51%-47%) o Nueva Jersey (51%-47%) no son más que algunos de estos ejemplos. Atendiendo a los diferentes sectores de la población, muchos de ellos han demostrado un apoyo no esperado al presidente Trump. Por ejemplo, la población negra ha aumentado en un 10% sus votos a Trump en comparación con las últimas elecciones. Pero resulta más sorprendente la actitud electoral de los hispanos. Según datos de The Washington Post, el alcance de Trump entre la población latina ha llegado hasta el 45% de las papeletas (hace 4 años fue del 32%). De hecho, este porcentaje entre los hombres hispanos asciende al 54%. Una vez conocidos los resultados, adentrémonos en el análisis que los explican.


El hartazgo social de muchos ciudadanos estadounidenses, así como la desafección que sentían estos electores por la clase política, fue lo que llevó a Donald Trump (un outsider político en aquella época) a ganar las primarias en 2015, y convertirse en el baluarte del partido republicano. La política tradicional e institucional de míticos senadores republicanos como Ted Cruz, John McCain o Mitt Romney, quedó eclipsada por los transgresores discursos de Trump, permitiendo su triunfo en las primarias, a pesar de que el enorme aparato del partido republicano se organizará para evitar el triunfo de un outsider políticamente incorrecto. Sin embargo, la victoria de Trump en las elecciones de 2016, demostró a esos líderes republicanos que estaban equivocados. Aunque su comportamiento políticamente incorrecto y sus discursos subversivos se mantuvieron durante la presidencia, los datos económicos relativamente positivos, tranquilizaron al ala más reticente del partido. Los apocalípticos acontecimientos pronosticados por los demócratas, nunca se materializaron. Por ello, tanto en las elecciones de 2020, como en las de 2024, la posición de Trump dentro del partido estuvo muy consolidada. Sin embargo, su presidencia (2016-2020) nunca alcanzó unas cuotas altas de aprobación entre la ciudadanía, y como la gestión de la pandemia le había generado demasiados detractores, Trump perdió las elecciones de 2020 ante Joe Biden. Aunque el asalto al Capitolio de 2021 le granjeó detractores dentro de su propio partido, las primarias de 2024 demostraron que estos críticos eran pocos, y sus voces solo resonaron por la posición elevada que ostentaban dentro del partido republicano. Un ejemplo podría ser Mike Pence (Gobernador de Indiana), que a pesar de haber sido elegido por Trump como vicepresidente en su primer mandato, se desligó de él tras los incidentes del Capitolio. Tras 4 meses de campaña para las primarias, anunció su retirada. Del mismo modo, sus otros adversarios fueron retirándose y dejando vía libre a Trump para obtener una victoria holgada en las primarias. A pesar de su polémico perfil, de su ruptura con los clásicos dirigentes republicanos y sus problemas legales, Donald Trump consiguió aglutinar un apoyo casi unánime dentro de su partido para las elecciones de 2024.
Otro de los principales factores que ha determinado la victoria de Trump en las últimas elecciones se centra en el cambio del candidato demócrata, es decir, el cambio de Joe Biden a Kamala Harris. Ya desde hace tiempo era evidente que la avanzada edad de Biden le impedía cumplir sus funciones presidenciales de una forma eficiente. Y esto es algo normal, teniendo en cuenta que su carrera política comenzó hace más de 50 años (en 1973), cuando fue elegido senador por su estado natal de Delaware. A pesar de que apoyó la candidatura de Hillary Clinto en 2016, la derrota lo hizo aparecer como una figura de consenso dentro del partido demócrata, principalmente debido al temor del principal rival de Hillary, Bernie Sanders, que también mostraba una figura de outsider al estilo Trump, pero con unas ideas situadas en el otro extremo del espectro ideológico. La carrera por las primarias de 2020 del partido demócrata mostró unos resultados muy ajustados entre Sanders y Biden, pero un súbito abandono de varios de los participantes demócratas, decantó la balanza a favor de Joe, lo que llevó a Bernie a suspender su campaña presidencial dejando vía libre a Biden. Para suplir lo que los demócratas consideraron como un “espacio de debilidad” (la avanzada edad de Biden y su condición de hombre blanco) el partido decidió escoger a Kamala Harris como vicepresidenta. Sin embargo, las excepcionales condiciones que desencadenó la pandemia en el ámbito económico y laboral, aunque permitieron a Biden ganar las elecciones de 2020, también contribuyeron al descontento generado durante su mandato. Si a esto le sumamos la crisis inflacionista provocada por la Guerra de Ucrania, junto con el evidente deterioro del estado físico y cognitivo de Biden, estaba claro que no podía representar un candidato convincente para las próximas elecciones. Pero no fue hasta 2023 cuando los lapsus de Biden se evidenciaron ante el electorado. En una comparecencia pública confundió la Guerra de Ucrania con la Guerra de Irak, y precisamente fue el presidente Zelenski quien tuvo que despertar a Biden en una cumbre del G-7. También llamó “vicepresidenta Trump” a Kamala Harris, o se referió a su Secretario de Defensa como “el tipo negro” al ser incapaz de recordar su nombre. Estos lapsus hicieron evidente la ineptitud de Biden en el cargo, e hizo saltar la voz de alarma en el seno del partido demócrata. Sin embargo, el equipo más cercano al presidente blindó el despacho Oval, mientras mantenía públicamente la decisión de Biden de presentarse a las siguientes elecciones. No se quien fue el encargado del marketing de su campaña, pero menudo fiera. El punto de inflexión se originó en el debate televisado de los candidatos a la presidencia el 27 de junio de 2024. Biden se mostró confundido en la mayoría del debate, incapaz de seguir el hilo de sus propios pensamientos. Lo que el mundo entero llevaba tiempo viendo, fue detectado por la cúpula del partido demócrata, pero ya era demasiado tarde. La segunda línea del partido (Congresistas y Senadores) fueron quienes tomaron las riendas de la campaña, y decidieron que ya era hora de dar paso a las nuevas generaciones. El entorno más cercano al presidente admitió lo evidente y, el 21 de julio de 2024, a solo 3 meses y medio de las elecciones, Joe Biden renunció a la campaña presidencial a través de Twitter. El nuevo reto del partido demócrata parecía sencillo, colocar a la vicepresidenta Kamala Harris como candidata presidencial, sin que esto generara efectos negativos en las bases del partido. No obstante, una de las meteduras de pata de esta apresurada campaña electoral, fue centrar el foco en Kamala Harris, y olvidarse por completo del candidato a la vicepresidencia, Tim Walz. Walz, como ex-miembro de las fuerzas armadas y defensor de la libre portación de armas, pudo haber aglutinado votos republicanos entre los veteranos del ejército y los apasionados de las balas, pero su papel fue tan irrelevante en la campaña que no llegó a ser ni secundario. Centrarse de una forma tan exclusiva en Kamala se convirtió en un clavo más de la tumba del partido demócrata.


Kamala Harris y Joe Biden (Fuente: BBC)
Otro de los sucesos que favoreció la victoria republicana fue el intento de asesinato de Trump, durante un mitin celebrado en Butler (Pennsylvania), en el que el candidato presidencial fue “milagrosamente” herido en la oreja. Para entonces, la mayoría de encuestas daban a Trump como ganador, sobre todo después de la renuncia de Biden, pero tras este suceso, los puntos porcentuales de diferencia se incrementaron. En el debate televisado entre Kamala y Trump, los analistas decidieron que Harris había ganado el debate (por poco). Este hecho se reflejó en las encuestas, ya que la mínima diferencia que mostraban los sondeos (1-4 puntos antes del debate) se incrementó a favor de los demócratas (4-8 puntos después del debate). Sin embargo, tras el debate de los vicepresidentes (Tim Walz y J.D. Vance), se redujo la brecha abierta entre ambos partidos a 2-3 puntos de diferencia, probablemente debido a que Vance ganó el debate (también por poco) según los analistas.
Para ganar unas elecciones presidenciales no basta con que tus votantes te voten, sino que es necesario captar el mayor número posible de indecisos. Que los progresistas iban a votar a Kamala y que los conservadores iban a votar a Trump era evidente, el problema radica en a quién iban a votar los sectores más moderados entre los progresistas y los conservadores. Es cierto que con Trump, el espectro ideológico del partido republicano se ha desviado hacia la derecha, pero el votante conservador moderado, no solo ha visto este desplazamiento, sino que la alternativa (los demócratas), también ha sufrido un desvío hacia la izquierda con Kamala. Debido a la extrema polarización que sufren a día de hoy las sociedades occidentales, la abstención del sector moderado no era una opción, ya que conduciría a ser partícipe en la victoria del adversario. A pesar de la continua alarma de los medios de comunicación, Trump no ha “asustado” a los votantes republicanos moderados. Trump no ha perdido votos entre las mujeres o los afroamericanos que ya votaban al partido republicano, es más, el número de votos ha crecido dentro de estos segmentos. Estados “giratorios” como Ohio y Florida, han perdido su condición de veleta (dependiendo de las elecciones ganaba uno u otro partido) para convertirse en sólidos bastiones republicanos, y en cierta medida, esto ha sido gracias a Trump. Además, otros estados de cierta importancia como Pennsylvania (quinto con mayor población) se han convertido en “estados en disputa” gracias al fenómeno Trump. Cuando en 2016 los republicanos ganaron en este estado, llevaban desde 1988 sin vencer, ni siquiera en las dos elecciones de George W. Bush los republicanos consiguieron imponerse en Pennsylvania.
Los hispanos (o latinoamericanos) son un colectivo en claro crecimiento demográfico dentro de EE.UU. Mientras que en las últimas elecciones que ganó Obama (2012), los hispanos no llegaban al 15% de la población, en las elecciones de 2024, 1 de cada 5 votantes era latino. Esto se ve reflejado mejor en los estados cercanos a la frontera sur del país, como Nuevo México o California, donde los votantes latinos representan respectivamente el 45% y el 33% del electorado, y eso teniendo en cuenta solo las personas hispanas con derecho a voto. Durante muchos años, los responsables de las campañas electorales republicanas ignoraron a este sector de la población, principalmente porque eran muy pocos, y esos pocos, votaban al partido demócrata. A su vez, el partido azul, al tener prácticamente asegurado el voto de ese sector de la población, no les prestaba atención. Aunque en 2012 (la segunda victoria de Obama), 4 de cada 5 latinos votaron a los demócratas y en 2016 (primera victoria de Trump) esa proporción se mantuvo, en las elecciones de 2020 (victoria de Biden) ese brecha se redujó y fueron 3 de cda 4 los latinos que votaron a los demócratas. Para 2024, esa brecha se redujo aún más y tan solo 2 de cada 3 hispanos votaron azul. Esto resulta algo ilógico ya que todos conocemos el discurso antiinmigración de Trump, pero los votos hispanos a los republicanos en los estados fronterizos, no ha hecho más que crecer. Una de las causas reside en el exagerado paternalismo que han mostrado los demócratas y los medios de comunicación respecto a los inmigrantes. A pesar del discurso marcadamente xenófobo de Trump, muchos inmigrantes latinos “agradecen” ser interpelados como “adultos” en un tema tan clave como la inmigración. Esto supone un verdadero quebradero de cabeza para los demócratas, que están viendo como un sector en constante crecimiento y supuestamente fidelizado, se cambia de bando, y uno de los principales responsables de ello es James David Vance, el candidato a la vicepresidencia de Trump para 2024.


J. D. Vance, vicepresidente de EE.UU (Fuente: Wikipedia)
Escoger a Vance como vicepresidente fue un total acierto por parte de Trump. Vance encarna valores muy apreciados por los republicanos (consultar artículo) como la lealtad familiar, el amor por la patria (combatió con los Marines en Irak), la superación personal (proviene de una familia desestructurada con una madre que tuvo adicción a las drogas) y la idea de la comunidad como elemento de protección en lugar del estado (escribió un libro autobiográfico en el que relataba los problemas socioeconómicos de la comunidad donde se crio). Esto le ha convertido en una persona empática y reconocida en todo su territorio. El éxito del libro mencionado y su posterior adaptación cinematográfica realizada por Netflix, hicieron el resto. Vance fue un enorme acierto ya que podría conectar con un sector más moderado (o indeciso) entre el electorado republicano que temiese al outsider Trump, algo parecido a lo que representó Biden en su momento (frente a Bernie Sanders). Pero la elección de Kamala, con una ideología marcadamente progresista, solo sirvió para movilizar a las bases del partido demócrata, que año tras año, siempre votan al azul. Sin embargo, el sector más moderado (o indeciso) de los demócratas vió una figura extremadamente progresista en Kamala, lo que pudo llevar a que muchos de ellos se decidieran por la abstención, o incluso peor, que votaran a los republicanos. Y son los votos de estos sectores moderados o indecisos, los que decantan la balanza del poder en unas elecciones.
Para concluir este artículo, nos centraremos en los mensajes que emplearon cada uno de los partidos para aglutinar la mayor cantidad de votos posible. En un estudio de US News & World Report de agosto de 2024 se señalaba que el 74% de los estadounidenses manifiestan haber tenido problemas de insomnio durante el último año a causa del estrés ¿Qué es lo que impide dormir a los estadounidenses? Esa debería haber sido la pregunta que tendrían que haberse hecho los responsables de las campañas electorales. Según las encuestas realizadas por Gallup a noviembre de 2024, en las que se preguntaba sobre los aspectos más importantes para la elección del candidato presidencial, la economía, la democracia, la seguridad nacional (y terrorismo) y la inmigración fueron las más votadas por los ciudadanos estadounidenses. Temas como la sanidad, la educación, el aborto o los impuestos, fueron relegados a una segunda categoría de menor importancia, mientras que otros como las políticas energéticas, el cambio climático o los derechos LGTBI, serían consideradas por los norteamericanos con menor relevancia que el resto. Personalmente me resulta sorprendente la irrelevancia del cambio climático teniendo en cuenta los devastadores huracanes que azotan los territorios estadounidenses año tras año, pero bueno, el analfabetismo cultural por parte del grueso de la población yanqui es de sobra conocido.
Entre los temas de mayor importancia, podemos ignorar el de “Democracia” ya que los votantes de ambos partidos consideran igual de fuertes a sus candidatos en este ámbito. Los otros 3 (Economía, Seguridad Nacional e Inmigración) son varios de los ejes sobre los que se fundamenta la polarización actual, no solo en EE.UU., sino en todo occidente. En cuanto al ámbito económico, muchos de los estados decisivos del noroeste se han visto afectados primero por la crisis inmobiliaria de 2008, luego por la reestructuración industrial que trasladó decenas de miles de puestos de trabajo y finalmente por la crisis inflacionista de los últimos años. Bajo este escenario de descontento, desconfianza y desafección por la economía, muchos hombres y mujeres blancos con poca cualificación ha perdido sus puestos de trabajo en fábricas trasladadas sobre todo a Asia, y el “American First” de Trump ha conseguido granjear un gran apoyo popular dentro de este sector. En cuanto al tema de “Seguridad Nacional y Terrorismo”, el actual conflicto árabe-israelí es de vital importancia par muchos estadounidenses, y es evidente que el partido republicano es el que más apoyo otorga al pseudoestado de Israel. Teniendo en cuenta que la población Judía en EE.UU. es de unos 7,7 millones, mientras que la musulmana es de unos 3,5 millones (menos de la mitad), a pesar de la incongruencia ética, el apoyo a Israel sería la decisión más acertada electoralmente hablando (en cualquier otro aspecto es la decisión errónea). Además, los republicanos han sido históricamente el partido que mayores inversiones ha realizado en Seguridad Nacional, por lo que si esta es la tercera mayor preocupación de los estadounidenses, el voto rojo parece una decisión acertada. En último lugar, podemos encontrar el tema de la inmigración, que como ya he mencionado, a pesar de la “dureza” del discurso de Trump y el “buenismo” del discurso de Kamala, se ha observado un viraje en el voto latino, por lo que podríamos considerar que un postura más radical (Trump) en este ámbito, ha aglutinado un mayor porcentaje de votos que la postura más humanitaria y paternalista de Kamala. También es necesario mencionar que varios de los aspectos de menor importancia para los estadounidenses como el cambio climático y los derechos LGTBI, se han convertido en verdaderas banderas de la campaña demócrata, lo cual no tiene nada de malo (todo lo contrario) desde le punto de vista ético, pero ha resultado ser una mala decisión política (los votantes no los consideraban relevantes).
Los factores analizados en este artículo no son más que algunos de los ejemplos de como Donald Trump ha conseguido ganar las elecciones de 2024. Sin embargo, nos hemos dejado varios de ellos en el tintero, pero el lector siempre podrá recurrir al libro en que se basa este artículo, si quiere conocer con más detalle la sorprendente victoria republicana de una de las mayores potencias mundiales (de nuevo, con permiso de China).
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